El callejón estaba oscuro. Iraila miró a los lados, comprobando que la calle central e iluminada quedaba a pocos metros. Echó a andar, abrazándose a sí misma, protegiéndose del frío incipiente que la calaba hasta los huesos. Un leve crujido la hizo parar en seco. El instinto y el sentido común la empujaban a correr, pero se había quedado paralizada en el sitio. Ladeó la cabeza hacia donde provenía el ruido. Allí estaba, era él seguro, con el que había soñado la noche anterior.

- ¿Sabes distinguir una Sombra entre la multitud?- preguntó, dando un par de pasos hacia ella. Iraila se movió, inquieta.

- No entiendo… Las sombras viven de nuestros cuerpos… Sin nosotros, no habría sombras…- contestó, meditabunda, sin dejar de abrazarse. Era el mismo, pero no sabría reconocerle. Su presencia la incomodaba y a la vez la atraía. Pero no había visto su cara, siempre envuelta en la oscuridad.

- Así que no sabes…- dijo, altivo.- Si no sabes, yo te enseño…

El suelo comenzó a moverse, asustando a la joven. Él rió con desconsideración ante su miedo, mientras se fue agrietando el asfalto destruyéndose la calle.


Iraila se despertó sobresaltada. El autobús había entrado en la estación de llegada, provocando el repiqueteo y movimiento del suelo. Suspiró mientras quitaba con la manga las gotas de sudor que perlaban su frente. Había sido un sueño más, otro absurdo sueño como el de la noche anterior. Pensó que el dolor que había experimentado estaba atravesándola hasta el inconsciente, que la mandaba mensajes confusos y cifrados. El autobús paró por completo y las luces auxiliares se encendieron, mientras los pasajeros se levantaban, estirándose después de las diez horas de cansado viaje. Iraila hizo lo propio y desentumeció las articulaciones cuando se puso en pie. Cogió el bolso y comenzó a buscar con la mirada entre las personas que esperaba la llegada en la estación. Maya tenía que estar allí, esperándola, pero no la reconoció entre la gente. El temor a que aquella vieja amiga no hubiera ido a buscarla la puso nerviosa. Se obligó a sí misma a calmarse y recoger, lo primero, las maletas. Luego se preocuparía de encontrar a Maya.


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Foto de "Moyolehuani"

Fragmento de "El Ciclo de las Sombras"



4 comentarios:

Emma Grandes dijo...

Hay muchos sueños que parecen reales. Yo he soñado lo mismo más de una vez, pero soñar con el mismo desconocido, nunca.
Un buen relato que me ha dejado entumecida.
XD

Pugliesino dijo...

El fragmento tiene tal fuerza que adquiere independencia de la obra.
Y al hilo de la sombra el texto proyecta la suya tras su lectura. Será un sueño, pero al lector aun cuando ha terminado de leerlo le dejas con el temor de que tal vez ella corra peligro, de que tal vez no lo fuera.
Muy bueno Maat!
Si esto es un fragmento, como será el libro :o
Un abrazo!

Deseo dijo...

al menos inquietante, pero ....


bueno me gusta.

Rebeca Gonzalo dijo...

Me queda la sensación tras leerlo, que es el comienzo de una novela y me encantaría que así fuera. Por cierto, me ha resultado chocante el nombre: Iraila en euskara es septiembre. Un besazo.

P.D.: aunque no siempre dejo comentarios me paso por aquí a menudo.