24-11-09

Me contorsiono, me tuerzo, me escuezo
me doy vueltas y sigo girando
me obstruyo, me mancho, me quemo
me doy golpes para sentir la realidad
me duelo, me duermo, me muero
me busco entre los pasos de las calles
me pierdo entre las voces que no hablan
me mimetizo en el ardor de mi propio suspiro
me corrompo el pensamiento con ideas absurdas
me acaricio, me toco, me siento
me robo la esperanza porque no me la puedo permitir

Te busco en la rareza del día y solo recuerdo la noche

me callo

me caigo otra vez

suspiro

esta vida no está hecha para mi

...o si?



¿Disfrutas viéndome sufrir? Oh! Debería haberlo imaginado...

Ladeo la cabeza, tratando de evitar su mirada. Quizás ni siquiera habría hecho falta: estoy casi convencida de que él se siente incómodo. Creo que, en este momento, en este caso concreto, vendría muy bien un cuchillo para cortar la tensión a nuestro alrededor...

"Imbécil" dice la voz de mi conciencia "Idiota, ¿no eres capaz de admitir que no quiere nada? Deja de hacerte pajas mentales, como aquella en la que te le tirabas... Mente sucia, depravada, degenerada..."
Sacudo la cabeza, tratando de callar esa vocecilla que no me deja en paz. Le miro de reojo. Sergio sigue la música y esboza una sonrisa mientras mueve ligeramente los labios... Daría tanto por rozarlos... "Otra vez, idiota? Es que no aprendes..." La vocecilla me insulta hasta que la ahogo en otro trago de cerveza. Se me escapa una risita entre dientes por mi victoria imaginaria contra esa puñetera voz.

- ¿De qué te ríes?- pregunta, enarcando una ceja, con expresión de extrañeza y curiosidad. Suspiro. Sus ojos son almendrados y verdes. Le pego otro trago a la cerveza. Su piel es muy suave al tacto. Enciendo un cigarrillo. Sus labios son finos y muy expresivos. Suspiro otra vez. Él espera.
- Bueno, supongo que de algo que acabo de recordar...- musito, evadiendo la pregunta. "Mierda, Nerea, gilipollas! Estás tonta, en serio... Quieres callarte de una jodida vez? No necesita más explicaciones y tu no quieres ahuyentarle" la vocecilla parece más calmada. Es cierto, quizás no necesite más explicaciones, pero soy demasiado sincera. Soy sincera hasta el suicidio colectivo de mis sentimientos.

Debería centrarme sencillamente en el nuevo proyecto. Debería estar pensando en que todavía no me he apuntado al concurso de fotografía y deberia haberlo hecho. Se me acabará el plazo. Pero ahí está, desconcertándome de nuevo. El reino oscuro de las carencias y necesidades se afana en destrozarme interiormente, recordándome cada muy poco tiempo lo que me falta, recordándome que estoy incompleta hasta el absurdo.

- ¿Nerea?
Vuelvo al mundo real y me engancho a sus ojos verdes. Definitivamente, estoy enganchada a la gilipollez en estado puro, a la tontería más profunda. Soy una idiota, como bien me ha dicho mi vocecilla.
- Déjalo, Sergio- musito.- De verdad que no creo que quieras saberlo. Mi cabeza es un mundo ciertamente peculiar y extraño.

Esboza una sonrisa. Seguro que piensa que todas las cabezas tienen lados oscuros como el que ahora me absorve.
Me quedo embobada siguiendo las líneas de los labios mientras se curvan hacia arriba.
Definitivamente, soy patética además de idiota. Suspiro. "Joooodeeer" corea mi conciencia desesperada conmigo, mientras lee en mi parte menos racional lo que pienso de corazón: "hay que ser ciega: nunca me había dado cuenta de lo guapo que es".

Iraila entró, colgando la fina chaqueta que había sacado en el perchero del hall.

- ¿Tu no sales?- curioseó la joven. Él se encogió de hombros.

- Sabía que tendrías que volver y sabía que no encontrarías a nadie en casa, así que preferí quedarme y que no tuvieras que esperar en la calle- contestó, encaminándose a la cocina.- ¿Quieres un café?

- Vale.

- Te queda muy bien ese corte de pelo… estás aun más guapa- dijo.

- Gracias- musitó ella, recordando las palabras de precaución que aquella tarde había pronunciado su amiga.


La joven siguió los pasos de Lorenzo. La cocina era grande y tenía en el centro un fogón multiusos, donde habían colocado taburetes alrededor. Iraila se sentó en uno de ellos, posando el bolso sobre la improvisada mesa.

- ¿Solo? ¿Azúcar?- preguntó, sacando unos vasos.

- Solo y sin azúcar- contestó, escuetamente. Él rió de nuevo y la miró, mientras calentaba la bebida.

- No pareces de ese tipo de personas a quien disgusta un dulce- comentó, con ironía.

- Ah, ¿pues qué tipo de personas toman el café solo y sin azúcar?- preguntó ella, en tono resentido.

Vertió el líquido en los vasos. Vio cómo él añadía en su café un hilo de leche y azúcar. Se volvió y los posó sobre el fogón. Acercó el taburete más próximo a ella y se sentó.

- Bueno, eres joven, seguro que aun no tendrías que tomarte un buen café como si fuera un castigo amargo.

- Me gusta el café amargo… además, tengo intolerancia a la lactosa- dijo, altivamente.- No podría tomarlo con leche ni aunque quisiera.

- ¿Ni un poquito de azúcar para endulzar?

- El mejor azúcar es el que te da la propia vida.


Dio un trago al café, que calentó su garganta. Observó cómo la miraba, ladeando la cabeza, esbozando una sonrisa apetecible. Era un chico guapo, no cabía duda. Tampoco dudaba lo que la había dicho Maya horas antes. Tenía el pelo del color del heno y unos grandes ojos marrones. Lorenzo posó la taza junto a la suya, rozando la mano. Iraila sintió cómo si una fuerza magnética la impulsara hacia él. Tuvo que contenerse. Recordó sus sueños y notó que ese extraño impulso era el mismo. Quizás el chico de sus sueños también era él…


Maya irrumpió en la cocina y todo sentimiento pareció desvanecerse. Miró con desacuerdo la actitud de Loren y con compasión la de su amiga.

3-11-09

Cántame una nana
de esas de cielo y luna
que mecen en la nada...

No quiero mirarme en el espejo para verme ciega
luchando por subir a tientas
las escaleras desiguales hacia el siguiente piso
escalón a escalón
luchando por no perder el control...
Dame distancia y moveré el mundo...

[parece que no tiene sentido pero, teniendo en cuenta que aun eres mi mundo, si me das distancia puede que salga de tu órbita de una maldita vez... así podré vagar por el infinito espacio y, quizás algún día, me acercaré a echar un vistazo a otros planetas...]