Shock

El sonido de unas ruedas que chirrían sobre el asfalto. Veo el coche blanco, veo la cara descompuesta del conductor tan cerca que casi puedo oler su miedo. Me llegan las notas de la música que voy escuchando en medio de los gritos. Cierro los ojos, acto reflejo en ese último instante, justo antes de notar el morro del coche hundiéndose en mis piernas.

Yo nunca cruzo mal una carretera. Recuerdo tu voz asustándome "¿Y si te atropellan?" Tú siempre cruzas mal. Yo te echo en cara tu inconsciencia... "Te pueden atropellar". Recuerdo cómo me agarrabas la mano y me obligabas a cruzar mal contigo. "Si algún día me atropellan será culpa tuya, lo sabes, ¿no?"
Sé que debería doler, pero mis piernas son una parte del trapo con el que está hecha esta pequeña muñeca. Me dejo llevar, no hay más solución. Ruedo violentamente sobre el capó. El tiempo pasa muy despacio. 
Empecé a contar los días que pasaban cuando me dejaste. En aquel momento parecía que nunca iba a dejar de llover. En cierto modo, nunca había cesado. Había imaginado el momento de volver a vernos. tú estarías al otro lado de la calle, esperando. Yo cruzaría sin mirar y caería en tus brazos. Nos besaríamos, olvidaríamos el pasado y comenzaríamos desde cero. Pero ese día anhelado tardaba en llegar.
La inercia movió mi cuerpo y volé un instante sobre el asfalto. Siempre me había preguntado qué sensación era ésa, la de volar... Amigos, es el sentimiento de la total libertad. En esos segundos supe que nada se interponía en mi camino.

Mi cabeza dio un golpe seco contra el suelo. Abrí los ojos un instante. Gente que no conocía se agolpaba a mi alrededor y me instaban a no marcharme. No les escuché. No era tu voz la que suplicaba que me quedara.

Nadie esperaba al otro lado, lo sabía. No miré al cruzar. No había brazos abiertos ni besos de reconciliación. Nunca sucedería. 

Por eso crucé sin mirar y, ahora, lo único que quedará en el recuerdo será la mancha de mi sangre en el asfalto.