Se sentó en el escritorio y abrió el bloc. Puso a la pluma una carga de tinta negra y comenzó a deslizarla sin rumbo fijo sobre una hoja en blanco. Puso la mente en blanco, mientras movía la pluma levemente, trazando líneas que giraban sobre sí mismas. Notó como si el cansancio se apoderada irremediablemente de ella y luchó por mantener los ojos abiertos al sopor de aquel día que se cobraba su largo viaje. Crujieron los muelles de la cama e Iraila sintió como una especie de viento frío en la nuca. Miró la ventana, abierta. Frunció el ceño, recordando que debía estar cerrada. Otro crujido de la cama la alertó y, arqueando una ceja, con una sonrisa irónica, giró la cabeza hasta la cama, esperando encontrarse a Lorenzo… Pero ahí no estaba él. Creyó que se la paraba el corazón. Ahí estaba él, sentado sobre su cama con una altanería condescendiente en la forma en que cruzaba piernas y brazos. Vestía de negro, pantalones vaqueros y una camisa de corte informal. Por mucho que mirara a su cara, no conseguía ver nada.


- ¿Quién eres?- preguntó, con un nudo en la garganta. Él se inclinó hacia delante, posando una mano grande en su mejilla. Sintió su calor y una fuerza como la que había sentido minutos atrás con Lorenzo, que emanaba del contacto. No podía ser un sueño, tenía que ser real a la fuerza pero… ¿por qué aun no podía ver su cara? Estiró los dedos para tocar aquel rostro esquivo.


- Un reto para ti, una aventura para mi- respondió, calmado, mientras volvía a apoyar la espalda contra la pared, evitando el contacto de ella.


- ¿Qué...?


Un espasmo recorrió su espalda. Se había quedado dormida sobre la mesa. Miró sus dedos, manchados con la tinta negra y se sorprendió a sí misma al ver el dibujo que había sobre la hoja. ¿Cómo lo había hecho durmiendo? Aquel dibujo era un poco extraño… Súbitamente se fijó que había caído el sol por completo y miró el reloj. Se había quedado dormida hacía más de una hora.