- ¿Nerea?
No quiero abrir los ojos. A lo mejor me hago la dormida y paso del tema. El corazón me juega una mala pasada y se pone a latir a toda velocidad, alterando el monitor de mis constantes. "No cuela, nenita" dije la voz de mi conciencia, "haz una esfuerzo y habla con él".
Suspiro lo suficientemente suave como para que no se dé cuenta de que estoy suspirando. Creo que soy un poco más absurda según van pasando los minutos de mi vida. Allí está, pegado a la cortina del box. Tomás me mira con expresión asustada. Escucho las voces de Emi y de Jose hablando con el médico. Creo que comentan el hecho de que soy una chica del levante que estudia fuera de casa en este norte frío, por lo que avisar a mi familia sería un poco absurdo. Me centro de nuevo en Tomás y su expresión.
- Hola- musito. Sé que estuvo mal llamarle, pero es lo que me salió hacer. "En el fondo querías que pasara algo así, para que se pronunciara de una vez respecto a ti" canta la vocecilla, con sorna. Sí, había sido cruel llamarle en ese preciso momento. Debería haberlo dejado para más tarde, quizás cuando me hubieran dado el alta...
- ¿Cómo te encuentras?- pregunta, acercándose hasta quedar de pie a mi lado.
- Creo que como un queso gruyere- respondo sonriendo, tratando de quitar hierro al asunto. Él me recoge en un abrazo inesperado. Noto cómo me trata con cuidado, quizás con cariño. Cierro los brazos sobre su espalda poco a poco, sin creérmelo demasiado, no vaya a ser un espejismo. Miro el vial del suero anclado con esparadrapo a la mano y me doy cuenta de lo cerca que he estado de...
- He tenido miedo- susurra en mi oído. Un escalofrío recorre mi espalda y le aprieto un poco más contra mi cuerpo. "Disfruta de este momento, quizás no vuelvas a catarlo" recomienda la vocecilla.
- Yo también- musito, cerrando los ojos. Me besa el pelo y me estremezco. Se aparta lo suficiente para poder perderme en sus ojos verdes. Intento leer en ellos y en la foma en que aprieta los labios, formando una línea discontinua de boca. Quizás ahora puede ser el momento ideal para intentar arrancarle un beso de los labios. Quizás puedo reunir el suficiente valor y, si fracaso, le echaré la culpa al estado de shock. Quizás... "Ataca de una vez" urge la voz. Entrecierro los ojos y me acerco a su boca. El sonido del monitor se pierde en la nada, como todo el resto del hospital, del olor, de las batas blancas, de mis amigos que hablan fuera del box...
- ¿Qué ocurre?
El doctor de urgencias entra a toda pastilla en el box. Tomás se aleja y se lleva consigo sus labios. ¡Solo he podido rozarlos! "Lo tuyo, definitivamente, es la mala suerte..." sentencia la vocecilla, mientras observo al hombre de la bata blanca sonreir jocosamente y comentar que no me vienen bien las alteraciones en estos momento.
A mi no me hace ni puta gracia...
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Para los que hayais leído otros fragmentos de esta historia, he decidido cambiar el nombre a Sergio por Tomás. No me convencía nada. Trataré de cambiarlo en el resto de fragmentos, aunque puede que no sea el nombre definitivo (igual que el propio título de la historia, que sigue siendo provisional)