Rompiendo el candado (I)


Aquella Roma quedaba muy lejos ya.


La gente se había acostumbrado a nombrarles como a una persona, pero lo cierto es que ahora eran dos completamente diferente. Lo cierto es que siempre habían sido dos personas diferentes, pero el resto solo habían visto una.


El altavoz la había llamado a embarque hacía más de diez minutos y ella seguía en el cuarto de baño encerrada, golpeando la cabeza contra la pared.


Suplicándose a sí misma no montar una escena, quitó el cerrojo y salió hacia su avión, que la esperaba. Lucila volvía a aquella ciudad en la que años atrás había sellado su amor con un candado en el puente Milvio. Volvía para arrancar aquel candado con sus iniciales y, si era posible, tirarle al fondo del Tíber y que no volviera a la superficie nunca más… como su amor que, después de haber sido arrastrado hasta la profundidad, había agotado las últimas burbujas de oxígeno hasta morir ahogado en el fondo de los sentimientos.


Una azafata la condujo hasta su asiento, mientras observaba cómo las miradas del resto de pasajeros, por sistema, se clavaban en su nuca por haber provocado el retraso en la salida del vuelo.



Al llegar al puente Milvio, a primera hora de la tarde, no pudo evitar que las lágrimas afloraran. Un par de parejas sellaban su amor, como había hecho ella misma un año atrás.


- Ingenuos- murmuró, comenzando a rebuscar entre la maraña de metal que colapsaba el puente. Había buscado en internet la forma de encontrar el dichoso candado y, la mejor respuesta a sus preguntas, fue que sólo conseguiría dar con él si se acordaba del punto exacto donde lo había puesto. Así que fue hasta el centro del puente, rebuscando.


Tardó más de dos horas, pero lo encontró. Se sentó en el suelo y forcejeó con unas horquillas, para lo cual ya se había preparado en casa. Tras unos minutos tensos, en los que su memoria la iba jugando malas pasadas, aflorando los recuerdos, los besos, las promesas… abrió el candado. Se quedó muy quieta, con una sensación en la boca desagradable, como encontrarse con un vello púbico que desafortunadamente hubiera ido a parar hasta los labios. Con un gesto de asco, cerró el candado y lo lanzó con toda su fuerza al agua, ante las miradas sorprendidas de los enamorados en el puente.


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Al hilo del VIII reto del foro Nuncajamás

1 comentario:

Esther dijo...

¡Qué chulo! Me gustó mucho :)

Ingenuos, sí... más bien a la gente la da igual todo. Seguro que tarde o temprano esos dos enamorados se separarían, es lo que más suele suceder hoy en día.

Saluditos, Maat.